Sor Presa

Herman Valdivia es un travesti de 29 años, pasó toda su vida esquivando burlas. De adolecente por ser un afeminado, y de adulto por vestirse como mujer.
Su manera de caminar emulando a una dama, angustiosa y bamboleante, le ha traído surtidos problemas.


¿Es acaso el deseo de poseer o ser poseído por un hombre más fuerte que la propia familia, los amigos o el que dirán?

Herman salió del colegio un año antes, cinco meses antes de salir, recibió una golpiza por maricón, pero también allí fue donde tuvo su primer amor, semanas después que se descubrió su tórrido romance con el instructor de pre militar, fue expulsado del colegio, negándole la posibilidad de graduarse como los demás.

Herman salió del colegio mas loca que nunca, pocos días después de ser expulsado del colegio,  se aventuró a ir a una discoteca de ambiente,  acompañado de una amiga:  una compañera de colegio, que se había vuelto su mejor amiga, su confidente, la que le alcahueteaba todo,  Herman se soltaba las trenzas en la disco, bailába como una dama coqueta dispuesta y predispuesta a todo.

Meses después su círculo de amigos cambio,  travestis, lesbianas y todo tipo de tendencias sexuales.
Los términos que había insertado en su vocabulario,  y los códigos de ambiente con los que hablaba, estaban dando a Herman un estilo y personalidad con la que se sentía cómodo,  pero también era victima por instantes,  de la nostalgia y la amargura, porque extrañaba ser el niño que por un corto tiempo fué, un niño querido,  sobretodo querido y aceptado. Extrañaba desmesuradamente la mano de su madre peinándolo, acomodando su ropa y echándole colonia para después del baño.

Su familia le había dado la espalda,  él vivía en un cuarto alquilado, era una pieza de mala muerte, con humedad y bichos raros,  él era un bicho raro y daba la espalda muchas veces a una pieza.

Han pasado muchos días y noches. Herman esta más adaptado a su nuevo estilo de vida, los chispazos de nostalgia siguen perturbándolo,  y él sigue cambiando, ahora tiene tetas y un culo que muchas chicas quisieran tener, pero la misma voz de camionero, lamentablemente las hormonas no pudieron hacer mucho por sus cuerdas vocales.

Herman trabaja en una peluquería pulgosa y de mala muerte, con el dinero que gana paga su cuarto que más parece una ratonera,  Herman ha tenido una vida miserable que ha aprendido a sostener.

Son las ocho de la noche, es jueves, Herman fue a la tienda,  antes de llegar a su habitación, ha comprado sopa instantánea, una gaseosa helada, pan y jamonada simple, se quita los tacones y se dirige a su pequeña cocina improvisada, prepara su cena, se da un baño y luego se sienta en la mesita de madera que le obsequio la vecina , una mesita vieja y apolillada, (como la propia  vecina), él disimula la mesita vieja con un  percudido mantel de encaje, se sirve la cena viendo televisión, de pronto un frio congelante y traicionero lo hace pararse de la mesa y cierra las ventanas.

Herman se pone el pijama, se echa en la cama no conversa con nadie, ni comenta los programas, apaga la tele, reza y pide en silencio despertar mañana.