El Mal Sabor

Se cerró la puerta intempestivamente y Bruno quedó mudo, pálido y frió, fríos le quedaron los labios, bajo cero, como las paletas de hielo que comía, una tras otra cuando era niño.


¿Como llegó Bruno hasta allí? como pudo dejarse convencer por su mujer para viajar desde tan lejos a esa casa vieja con olor a humedad, techo alto,  piso con figuras coloniales, enormes puertas de madera tallada y con manubrio de bronce.

Ana su esposa fue a visitar y darle la noticia de su llegada a Esmeralda, una mujer gorda de cabellos blancos y largos, una mujer de seño fruncido, mirada profunda y ojos saltones, Esmeralda fue la nana de Ana cuando era niña, vivió siempre cerca de la casa de sus padres en una pequeña cabaña misteriosa y solitaria como ella.

La casa había permanecido deshabitada por todo el periodo que duró el juicio con su hermana Julia que ahora vivía en Paris, Julia siempre fue distante, ostentosa y fue siempre la mala o al menos esa fama tenía. Julia lo tenia todo en Francia, una cadena de bistrots , un esposo e hijos hermosos, evidentemente sus hijos salieron a su padre porque Julia a pesar de tenerlo todo nunca tuvo la belleza de su hermana Ana pero Julia tenia el autoestima tan robusto que nunca se sintió fea, terriblemente fea como era y Ana tan poquita cosa y conformista, insignificante y desapercibida, nunca sintió envidia por su hermana exitosa, rica y fea, feliz y popular en Europa, Ana luchaba porque su hermana firme el documento que la autorizaba a habitar la casona, porque Julia y Ana eran las herederas de la casa pero Julia se negó a firmar y no aceptó hasta que un juez tras un largo proceso sentenció que dadas las condiciones en las que ella vivía en Francia y su hermana en Perú, no le quedaba otra mas que firmar.

La cocina de Esmeralda era precaria y a pesar de tener luz nunca hacia uso de ella, se iluminaba con unas lámparas de mechero que se remojaba en kerosene. Ana permanecía sentada tomando una taza de té y la gorda Esmeralda dándole la espalda calentando una sopa en una cacerola despostillada, hablaban del pasado de todo lo que tuvo que pasar para que por fin su hermana firme el bendito documento, la gorda vació la cacerola y echo la sopa en un taper de plástico, lo tapó y envolvió con una bolsa de papel, Ana vio la hora y ya habían pasado dos horas desde que dejó a Bruno en la casa, se puso de pie rápidamente, se despidió de Esmeralda y salio de prisa con la bolsa de papel y la sopita caliente para su esposo.


Ana entró de prisa a la casa llamando a su esposo, gritó ¡Bruno!  y la casa le respondió con el eco del vacío y la amplitud del espacio, Ana fue al segundo piso y susurrando el nombre de su esposo, asustada por no obtener respuesta, tragando la saliva, los ojos bien abiertos, escuchando ruidos que no sonaban si no más que en su cabeza, abrió la puerta de la primera habitación subiendo la escalera, la más grande, la que fue de sus padres, esa puerta pareció dar un gran respiro de alivio, como si hubiese querido ser abierta por mucho tiempo, los aromas que envolvían los recuerdos de Ana se acentuaban y la madera hinchada por el tiempo parecía moverse y rechinar doblemente al ser tocada pero Bruno no estaba en la habitación y Bruno no estaba en ninguna habitación.


Ana bajó rápidamente y la escalera se le hizo inmensa, las piernas de gelatina, sus pasos torpes, el corazón le latía tan fuerte que rompía el silencio, finalmente estaba en el primer piso salió a la calle corriendo a casa de Esmeralda.

Bruno había salido en busca de su esposa, estaba molesto por el largo viaje y por la horrenda casa en la se vería obligado a habitar por la sensiblería de su mujer, teniendo en la cuidad un departamento que recién habían comprado con mucho esfuerzo no entendía porque tenían que vivir allí.


Bruno tenía en mente convencer a Esmeralda de persuadir a su esposa para ir a la cuidad. Cuando Bruno llegó a la cabaña de la gorda, se dio cuenta que estaba todo muy callado pero no le pareció extraño, no era extraño después de la casona tenebrosa en la había estado, tocó la puerta y nadie respondió, volvió a tocar la puerta y sin esperar mucho decidió entrar, no había ninguna lámpara prendida pero si olores muy desagradables, todo estaba oscuro y sus ojos no se terminaban de acostumbrar cuando decidió salir de inmediato, se dio vuelta dio un paso hacia la puerta por inercia y se estrelló con Esmeralda, ella le agarró los brazos fuertemente, se le acercó al oído y le dijo con voz susurrante “lárgate” Bruno salio a la carrera, haciéndose la pichi y mentando la madre como nunca antes, en el camino encontró a su esposa, quien le pidió que fueran a la casa, que había una sopita caliente que Esmeralda le había preparado.

Esa noche Bruno no podía dormir, bajó a la cocina y vio el taper encima de la mesa, no tenía en mente comer pero si curiosidad, abrió el taper y encontró arena, la mitad del taper contenía arena, era evidente que la intención de Esmeralda no era que Bruno se comiera la arena pero porque echaría arena en lugar de sopa. Bruno nunca mencionó nada acerca de lo que pasó en casa de la gorda Esmeralda y el taper de arena pero si convenció a su esposa a regresar a la cuidad.


Dos meses después se inicio otro juicio para que Julia esté de acuerdo en vender la casa como terreno, el proceso duró un año y la casa se vendió, Ana se llevó a Esmeralda a su casa en la cuidad, Esmeralda es ahora la niñera de sus hijos y Bruno esta convencido o pretende convencerse de que no pasó nada esa noche infausta.

Cortados por la Misma Tijera

El infiel se considera el gran pendejo y la infiel es una pendeja. Lo cierto es que el infiel es un pendejo huevón porque casi siempre lo descubren y como si fuera poco termina misio, a diferencia de la mujer que nunca la descubren se pone ricotona, rosadita, llena de vida, regalos y usualmente llega a casa con un pollo a la brasa.

Unas de las frases mas populares entre las mujeres es “todos los hombres son iguales”
“están cortados por la misma tijera” si dicha frase fuera cierta, porque las mujeres se tardan tanto en aceptar a un hombre, si todos los hombres son iguales entonces es innecesario que se pongan exquisitas o selectivas, simplemente deberían agarrar lo que venga, total. Todos hombres son iguales.


No podemos juzgar a las chicas que se meten con cualquier hijo de vecino, porque ellas Si están convencidas que todos los hombres son iguales. Al menos ellas son fieles a sus convicciones.

Por otro lado los infieles que casi siempre son trabajadores, borrachos, peloteros, cagónes, mitómanos y fanfarrones terminan siendo cachudos, misios, solitarios, enjuiciados y taxistas.

La naturaleza del varón es trampear y porque no decirlo, de la mujer también.
La diferencia entre ambos es la desfachatez.

Existe una minoría de pobres reprimidos pero ricos moralmente, esos hombres y mujeres fieles (que son pocos) están en el mismo saco de los infieles porque tanto los hombres como las mujeres y más las mujeres, generalizan y meten en un mugroso saco a estos pobres desprotegidos, víctimas de las difamaciones por culpa de la gran mayoría de traidores.

Pobres hombres y pobre mujeres, pobres fieles incomprendidos, acusados por la negligencia de la sospecha, mujeres que se cosen la vulva y hombres que se amarran el pene. Nadie reconoció su lucha interna ni su filosofía de “no hagas lo que no quieres que te hagan”

Finalmente acabarás revolcándote con todo lo que se mueva y no tendrás remordimientos porque ya fuiste juzgado y condenado ¡OH mártir que te has inmolado!, comete la condena con un cebichito de conchas negras o cien kilómetros de verga.