Sebastian se llamába pero le decian “culebra” 1 parte

Sebastian se llamába pero le decian “culebra”, era un don nadie, un cero a la izquierda, un parasito que a duras penas levitaba por las calles del barrio, una casa vacia,  una ficha sin uso.
El culebra vivió (si a eso se le puede llamar vivir),  toda su puta vida de la misericordia de los vecinos; no tenia donde dormir, y lo hacia en el jardín de una casa vieja, casa de una vieja, que de lasitud  lo dejó dormir allí, porque intentó por todos los medios de echarlo, pero el culebra volvía como garrapata, ni el agua caliente lo ahuyentó. 

Habiendo logrado ser ya, la mascota del barrio, nunca le faltó un plato de comida, se ganaba algunos centavos limpiando carros y haciendo favores. El culebra parecia maleante pero no lo era, era fumón, conchudo, ocioso, pero no un maleante.

Una de las tantas mañanas en las que el culebra estaba en la puerta del mercado esperando que ganarse, una moneda o una fruta, recibió una buena propina, quizás la mejor en toda su vida, culebra no lo podía creer.  Culebra decidió invertir - el 40% para la fumar en la noche – pensó, segundos después se arrepintió  –que sean 60 mejor-

Hechas las sumas y las restas, culebra se aproximó a un kiosco a “leer” los periódicos (es decir a ver las fotos de las malcriadas), rascándose los huevos y oliéndose la mano (su pasatiempo favorito), vio en el  piso un cupón de esos que regalan en los grifos por consumo, y no le hubiera llamado la atención de no haber sido porque parecía un billete de 10 soles, cuando lo vio de cerca notó que era solo un papel, pero como tuvo que caminar unos metros, decidió levantarlo, quizás para que su viaje no haya sido en vano, al leerlo, (dicho sea de paso le costo mucho hacerlo, porque este miserable era un perfecto ignorante), se dio con la sorpresa que era un cupón para un auto que se sorteaba ese fin de semana, pero como él mas que nadie sabia que no había nacido para tener suerte, pues no le dio importancia, pero si lo llenó con entusiasmo,  convenciéndose falsamente que ganaría algo, aunque siendo conciente en el fondo que no seria así.

Caminó pocas cuadras rascándose las bolas y oliéndose las manos hacia el grifo, depositó su cupón oloroso a  huevo avinagrado y se retiro a seguir con su rutina diaria, a hueviar duro y esperar la noche de clavos, mixtos y rascadas…


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